domingo, 29 de noviembre de 2009

MYANMAR

UN PAIS EN LA OSCURIDAD POLITICA Y ENERGETICA

La llegada al aeropuerto de Yangón sorprende positivamente. La instalación, de reciente construcción, parece la puerta de entrada a un país moderno. Una vez fuera de la terminal enseguida te das cuenta de que no es un lugar cualquiera.
En 1970 dejaron de conducir por la izquierda para hacerlo por la derecha. Sin embargo, casi 40 anos después, la inmensa mayoría de vehículos, incluso los nuevos, sigue teniendo el volante a la derecha!!! con el riesgo que eso supone para la conducción.
Pocos, a excepción de algunos jóvenes, tienen ni siquiera nociones de ingles. Los que tienen contacto con extranjeros no van más allá de saberse los números para poder acordar precios. La comunicación no va a ser fácil.
No busques cajeros automáticos, así que tráete los dólares de casa. Los pocos bancos públicos han perdido el negocio del cambio de divisas. Cualquiera, paseando por la calle, te ofrecerá cambiar tus dólares por kyats (1 USD = 1000 MMK de media). De pronto te sentirás millonario con un gran fajo de billetes en la mano. Pero mejor que los cuentes tu mismo por si se han ‘descontado’ un poco.
Esta claro que la Navidad ha perdido buena parte de su significado cuando países que están lejos de ser mayoritariamente cristiano como Myanmar se apuntan a la ‘fiesta’... de las compras. Abetos, luces, adornos y villancicos en las tiendas y camareros con gorro de Papa Noel es lo último que uno espera encontrar en un país budista.
No intentes disimular que eres turista. Se te ve de lejos. No hay muchos aquí (a excepción de algún catalán), así que los taxistas siempre te dirán que el taxímetro no funciona. Te ofrecerán llevarte por el doble de lo que costaría la carrera normal, así que insiste en lo del taxímetro o espera al siguiente. Ellos si que son muchos.

YANGON

La comida esta en la calle. Literalmente. Cientos de vendedores instalan su chiringuito incluso mas allá de las aceras. Frutas, sopas, carne asada... Pequeñas mesas y diminutas sillas de plástico se alinean en la acera para poder disfrutar del banquete ‘cómodamente’ sentado.

17.30h. oscurece en Yangón. Y oscurece de verdad porque el alumbrado público es mínimo. Las aceras se iluminan con la luz procedente de los comercios abiertos. Hasta que llega el apagón. Los plomos de la ciudad saltan cada 15 minutos. Todos parecen estar acostumbrados y preparados. La mayoría de establecimientos disponen de un generador a pie de calle que se pone en marcha en cuanto se hace necesario. Yangón huele a gasolina.


El icono de Yangón es ‘Shwedagon Paya’ (6 USD / 6000 MMK). Es el lugar mas sagrado del país para los budistas de Myanmar, así que miles de ellos llegan hasta aquí. La enorme cúpula dorada de 98 m. de altura es impresionante, pero también lo son los otros muchos pequeños templos que se sitúan a su alrededor y que forman parte del complejo. Es buena idea acercarse hasta aquí a última hora de la tarde, aprovechar los últimos minutos de sol para hacer fotografías y después quedarse un rato para disfrutar del recinto iluminado.

DE YANGON A MANDALAY, 700 Km., 18 horas
Conseguir un billete de tren puede llevar su tiempo cuando el sistema de venta no está informatizado. El funcionario de turno remueve papeles y más papeles hasta que consigue descubrir si queda alguna plaza libre.
El tren (30 USD) sale puntual a las 06.00h. Las afueras de la capital birmana son una sucesión de pequeñas naves industriales que enseguida dan paso a grandes extensiones rurales. La gran llanura esta dedicada a la agricultura, especialmente al cultivo de cereales, y a la ganadería vacuna. Los campesinos de la zona viven en sencillas cabañas de cana. Aquí y allá pequeñas stupas doradas decoran el paisaje y te recuerdan que estas en esta parte del mundo. El viaje en tren permite apreciar todos los detalles. El mal estado de conservación de las vías impide que los trenes circulen a gran velocidad. En ‘upper class’ todas las demás comodidades: asientos reclinables (permanentemente), reposa pies, amplio espacio para las piernas, ventilación (ventanas siempre abiertas) y servicio de ‘catering’ continuo sin tener que moverse del asiento (una legión de ‘camareros’ sube al tren en cada estación con todo tipo de comidas y bebidas). 18 horas después de salir de Yangón y con el cuerpo desconfigurado por el traqueteo del tren, se llega Mandalay. La otra opción es tomar un autobús (12 horas, 13 USD) que sale de Yangón a ultima hora de la tarde y llega a Mandalay de madrugada (recuerdo que no hay autopistas)) o volar y no ver el país.

MANDALAY

En Mandalay los cortes de luz también son frecuentes durante el día. Los generadores no dejan de funcionar en las aceras. Alquilo una bicicleta (1500 MMK al día) para moverme por la ciudad. Es el medio de transportes urbano mas habitual. Cientos de ellas se amontonan en algunas esquinas. Me pregunto como lo harán para recuperar la suya. El ‘zeigyo’ son unas galerías comerciales dentro de un edificio de arquitectura china. Infinitas pequeñas tiendas se alinean por los pasillos por los que circula la gente y se amontonan las mercancías, especialmente textil y artículos para el hogar. En alguna de esas pequeñas tiendas puede haber hasta diez vendedoras (muchas mas que clientes, por supuesto).
El fuerte de Mandalay esta rodeado por una muralla y un foso cuadrado de unos 3 kilómetros de lado. Los turistas extranjeros solo pueden acceder por la puerta oriental. ‘10 dollars’ (el precio de la entrada) son las únicas palabras en ingles de la taquillera. Y cuando dice ‘dollars’ quiere decir ‘dollars’ y nada más. No aceptan la moneda del país. Cosas de las dictaduras militares. Solo se puede acceder al recinto central en el que se encuentra el palacio. El resto es zona militar. Una forma perfecta de perder un gran parque para la ciudad.

AMARAPURA Y LOS MONJES BUDISTAS

A pocos minutos de Mandalay se encuentra la localidad de Amarapura, famosa por el monasterio budista de Maha Ganayon y por el puente U Bein.
Son las 10.30h y los monjes se preparan para el almuerzo. El ritual se repite cada día. En un patio central un grupo de fieles budistas tiene el honor de realizar la donación. Arroz, fruta, dulces… Los monjes irán desfilando ordenadamente para recibir esos alimentos y para pasar posteriormente al comedor. Cientos de ellos van saliendo poco a poco de sus respectivos alojamientos en una serie de edificios a ambos lados de la calle principal. En esa calle forman una larga fila y en silencio se aproximan hasta el lugar en el que reciben la comida. La mayoría de ellos son jóvenes, muy jóvenes o simplemente niños. Muchos de ellos son entregados por sus padres siendo bebes. Otros a los pocos anos de edad. Es una salida a la pobreza. Crecen en esos monasterios alejados de su familia original para formar parte de esa otra nueva familia. Aprenden a leer y escribir, algunos ingles y básicamente los textos de Buda. Niños a los que se ha arrebatado la infancia, la juventud y en la mayoría de casos toda su vida. Teóricamente pueden volver a la ‘libertad’ en cualquier momento. No es habitual porque acaban convertidos en hombres sin lazos familiares a los que regresar y sin ningún tipo de preparación para ganarse la vida de otra manera. No pudieron decidir libremente ingresar en el monasterio cuando era niños y desde ese momento perdieron su libertad para siempre. No es cruel?